El abrazo y sus beneficios

El abrazo: Beneficios para ti y los tuyos

El abrazo. Hoy la ciencia sabe que la felicidad, o los sentimientos de satisfacción y la sensación de bienestar, dependen tanto de factores internos como externos, y que dentro de los factores internos, la química de nuestro cerebro, que se ve afectada por los niveles de determinados neurotransmisores.

Son lo que se conoce como hormonas de la felicidad, entre las que encontramos la serotonina, la dopamina, las endorfinas y la oxitocina. Estas hormonas se liberan al sistema nervioso cuando experimentamos placer o sentimos alegría.

También tenemos hormonas relacionadas con el estrés, como el cortisol, que se genera cuando nos enfrentamos a situaciones difíciles física o emocionalmente. Los niveles de estos neurotransmisores influyen tanto sobre nuestro estado de ánimo como sobre el buen funcionamiento de nuestro organismo a múltiples niveles, uno de los más importantes que se ve perjudicado es nuestro sistema inmunitario, haciéndonos más débiles ante enfermedades de todo tipo, incluso las más graves.

Se ha comprobado que personas que han pasado por infartos, por accidentes cardiovasculares o incluso cáncer, se veían sometidas con anterioridad a altos niveles de estrés que han dificultado el funcionamiento de los sistemas de defensa que posee el organismo.

Una cosa y otra están relacionadas pero, introduciendo pequeños cambios en el estilo de vida, como la alimentación, el ejercicio o la meditación, podemos ayudar a nuestro cuerpo a producir más hormonas de la felicidad.

Y de todos esos pequeños cambios que podemos seguir para ser más felices, y a su vez cuidar de nuestra salud, hay un hábito muy efectivo y sencillo avalado por los estudios que podemos incorporar a diario. Es un hábito que no cuesta nada y que, además, resulta muy agradable, el abrazo.

Una de las hormonas que se libera cuando nos abrazamos es la oxitocina. Esta hormona se genera en el cerebro y se la llama «hormona del amor o de la felicidad«, pues favorece los vínculos en el ser humano y otros mamíferos, y desempeña un papel esencial en la sensualidad, la afectividad y la sexualidad. Es la hormona que se genera para facilitar el parto y la posterior vinculación de la madre con el bebé.

El contacto físico, a través de caricias, pequeños gestos, abrazos o masajes, es tan necesario para la salud como el alimento. Hoy se sabe que el contacto piel con piel tras el parto, por ejemplo, no solo aumenta la supervivencia de los bebés prematuros y favorece el vínculo con la madre, sino que mejora las habilidades cognitivas y ejecutivas de los recién nacidos.

Si ese contacto piel con piel se mantiene en la infancia, con besos, abrazos y una relación cálida, la salud mental, la autonomía y la autoestima del niño y también de la madre se fortalecen.

Estudios posteriores han demostrado que el contacto físico no solo es fundamental en la primera infancia sino que tiene beneficios a lo largo de toda la vida, tanto para la salud física como para la salud emocional y mental.

Durante la pandemia pudimos comprobar también cómo la falta de contacto social y físico se tradujo en un aumento de los problemas de salud mental. Un estudio reciente realizado en Alemania demostró que las personas con menor contacto físico durante el confinamiento presentaban niveles de cortisol más elevados y niveles de oxitocina más bajos.

Los abrazos son una gran forma de favorecer ese contacto físico tan necesario para niños y adultos. No solo resultan agradables sino que permiten expresar con nuestro cuerpo, sin necesidad de palabras, sentimientos de afecto, apoyo, consuelo y alegría.

Son varios los estudios científicos que refrendan la recomendación de incluirlos en nuestro día a día como medida para cuidar de nuestra salud mental y sentirnos más felices. Demuestran que abrazar puede mejorar el estado de ánimo, disminuir el estrés, fortalecer el sistema inmunitario e incluso alargar nuestra vida.

Durante los abrazos aumentan también las endorfinas, hormonas relacionadas con el buen humor y a las que se atribuyen propiedades analgésicas.

Otra hormona de la felicidad que producimos al abrazar es la serotonina, que favorecen los sentimientos de satisfacción, mejora nuestra capacidad para soportar la tensión diaria y es esencial para fabricar melatonina, la hormona del sueño. Su déficit se ha asociado con alteraciones del estado de ánimo, el apetito y el sueño. En cambio, unos niveles altos favorecen la calma, la paciencia, el autocontrol, la sociabilidad, la adaptabilidad y la autoestima.

También hay estudios que revelan que cuando ese hábito no forma parte de nuestras vidas, su ausencia puede reflejarse en un aumento de nuestros niveles de cortisol (la hormona del estrés) y en una disminución de nuestros niveles de algunas de las hormonas relacionadas con el bienestar y con la salud.

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